El Peñón fue un
cambio total en mi vida. Me abrió los ojos al mundo. Conocer tanta gente
diferente, más grande y más pequeña, varones y hembras, católicos y judíos,
salir del cascarón de mi casa… Aprendí mucho. Crecí en muchos aspectos y fui
muy feliz. Dos años bastaron para hacerme de amigos a quienes hoy, 30 años
después, conservo, estimo y cultivo todos los días. Doris Szilard, amiga, quien
es mi ginecóloga. Leo Peña, cirujano plástico quien me hizo la mamoplastia,
Paul Soucy, quien me abrió la puerta cuando embarazada de Andrés Elías, mi hijo
mayor, no teníamos dinero para vivir y me empleó. Pedro Chapellín, a quien
tanta risa le debo y que Dios se llevó prontamente. Adolfo D’Erizans, quien al
separarse de su mujer, confundió el amor con la amistad y me rompió el corazón.
Adriana Fortoul, solidaria, ocurrente y genial. Elena Vega, quien se ha
convertido en mejor amiga, compañera y consejera del alma. Eloína, quien de
protegida se convirtió en mi protectora y el hombro donde llorar. Moralba
Maldonado, mi hermana, mi confidente y compañera en París. Y Mónica Chitty, mi
adorada comadre, amiga, hermana y mucho más. Johann Gathmann a quien quisiera
comprender mejor, Rafa Ponte, Alberto Quirós, Tatiana Arends, Johan Gathmann, Adriana
Vicentini, Ana Virginia y su madre la profesora de historia que tanto me enseño. Nineta,cuyo hijo estudia con el mío, Carlos Baíz, todos
quienes me aman y amo. Mis amigos. De verdad verdad. Los que han comprendido el
valor de no ser perfecta, o de verme como perfecta aunque no lo sea. De
aceptarme como soy, más de lo que me acepto yo misma. Por lo que lucho a
diario, perdiendo amores y buscando respuestas. Queriendo encontrarme para
poder amarme y aceptarme. Perdonarme, Perdonar a mi niña, quien no tiene la
culpa de tener tanto miedo.
Entender lo que no
tiene explicación y no necesita tenerla. Crecer en la emoción como crecí en lo
profesional. Equilibrarme internamente y ser feliz porque sí.
Deslastrarme de tanta critica y de tanto juicio.
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