martes, 30 de julio de 2013

Los Angeles, California - 1980-1983

Concluyen mis estudios en la UCAB con muchas satisfacciones. Participé en varias obras de teatro y la vida universitaria me hizo madurar muchísimo. Empecé a mitad de carrera a estudiar de noche para poder trabajar de día. Los intentos de mi papá por conseguirme trabajo en alguna de las empresas de sus amigos, fue infructuosa. Ningún jefe quería que la hija de un amigo entrase a una agencia de publicidad, que tenían entonces más fama de ser antro de perdición.

Pero mi amiga Tony Faría que dejaba su cargo de secretaria en JWT porque se casaría, me ofreció la posibilidad de sustituirla y así fue. No era la primera vez que trabajaba. En 1975 envolví regalos en El Aljibe, la tienda de regalos que tenía entonces mi tía Cecilia. Más tarde atendía en la librería que en el edificio Mónaco tenía mi madrina de confirmación Josefinita Ojeda de Luciani. Ya este trabajo en JWT era serio y tenía que ver con mi carrera definitiva en comunicación social, en ese entonces, segura de que evolucionaría en el área de publicidad.

En 1980 hubo otra ruptura amorosa que me marcó mucho pero que gracias a Dios fue así como sucedieron las cosas. Néstor Mena es un estafador emocional y gracias a su desplante fue que decidí más rápidamente, optar por hacer un postgrado en producción de televisión en Los Angeles. Mi sueño. Me deslumbraba de lejos esa ciudad y mi meta era llegar a Hollywood. Conocer especialmente a Gene Wilder, uno de mis actores favoritos.
Me fui hecha polvo, absolutamente destruida afectivamente y llegué casa de mis entrañables amigos Raldo Lamardo, María Eugenia Useche y Luis Useche. Mi amigazo querido a quien extraño mucho porque ya no está.
Poco a poco me fui reponiendo hasta conocer a Christa Oetjen en Pepperdine University. Una alemana que no hablaba inglés ni español, y yo no hablaba alemán, pero nos entendimos y alquilamos un apartamento en Malibu para compartir. Christa fue mi mejor amiga y hoy ni siquiera el Facebook me ha permitido encontrarla otra vez.(2009). En 2013 la encontré!!
Christa con su esposo, hoy, en Ventura

Pepperdine es la típica universidad privada que se puede esperar de Los Angeles: muchísimos millonarios e hijos de actores (Charlton Heston) y de directores (Passeta el director de la ceremonia de los Oscar) y todos los iraníes que se exilaron con la caída del Sha de Irán por el Ayatollah Homeini. Quedaba frente al mar!
En cualquier playa de LA

Pudimos ir con Passeta a un ensayo general de la entrega del Oscar ese ano, y conocí a Sheena Easton quien canto “For your eyes only”. Canción que gano el Oscar por mejor canción de película ese ano.

Ir a clase con esta gente era como ir a un torneo de golf: carros, ropa, accesorios último modelo. Pero fino en realidad, la universidad era muy agradable y frente al mar. Allí conocí a Ryan O’Neal quien vivía enfrente del apartamento que alquilamos Christa y yo, a Olivia Newton John, Neil Diamond, Tony Dalton, Dustin Hoffmann en la universidad y a una actriz francesa, Genevieve Bujold o algo así, fue a comprarnos en un garage sale.
 
En Universal Studios, LA, durante la visita de mis hermanas con mi papa.
Al terminar el primer trimestre preferí cambiarme a una escuela con mayor énfasis en televisión y me inscribí en Loyola Marymount University. Tambien me aceptaron en UCLA, asi como para trabajar en las Olimpiadas pero eso no ocurrió. No me quede para el evento.

Desde mi apartamento de Malibu vi el 30 de julio de 1981 creo, la boda de Lady Di con el príncipe idiota Carlos. La boda del siglo para muchos. Mas de 20 millones de personas hicieron lo mismo que yo.

Ya había ocurrido en Venezuela el nefasto viernes negro, cuando en el gobierno de Luis Herrera, se devaluó la moneda y el dólar pasó de 4.30 Bs, a costar 8 y 10, lo que cambió por completo la economía de todos. Allí fue cuando me dediqué en cuerpo y alma a solicitar la beca del Gran Mariscal de Ayacucho y gracias a Nitu Pérez Osuna, porque su mamá era la presidenta de fundación y tramitó la beca. Me ayudaron si, se lo agradeceré a Nitu la vida entera, pero me la merecía!

Mis tres años en LA fueron la locura. Estudié muchísimo y me gradué en dos carreras o dos especializaciones: un major en televisión production y un minor en screenwriting. Fueron los comienzos de Madonna, mientras Menudo revolucionaba Caracas. Las Go Go, Sparks,The Cars, Clash, Michael Jackson, Bruce Spreengsteen, Sparks, Michael Jackson. Los años de las cadenas en los tobillos, el pelo rosado y tres piercing en cada lóbulo de la oreja. Cero drogas y mucho trabajo. Me visitó Mónica, mi mamá, mi papá, Adriana y Melanie con un pegoste que resultó mi roommate por un tiempito, Carolina Bustillos. Conocí a Sylvester Stallone, Rita Moreno, Bette Midler, Sergio Méndez, Ricardo Montalbán, Dani de Vito, Erik Estrada y en un viaje a New York con la familia en diciembre, a Roy Scheider, Candice Bergen, Al Pacino, Goldie Hawn, pero nunca jamás conocí a Gene Wilder. Fui al ballet a ver a Godunov, estuve en Xenon, Whisky a Go Go, Studio 54, el mundo era mio, lo tenia arragado, en la palma de mi mano.

Lista para ir a concierto de DEVO con Lupe.

Conocí muchos venezolanos y mexicanos, la pasamos muy rico a pesar de la soledad. En 1980 hubo un atentado contra Ronald Reagan. Lo escuche casi en vivo por radio desde la casa de Raldo y Maria Eugenia. Fue el estreno de Alien, Chariots of Fire, Pixote, E.T., e Indiana Jones más La Guerra de las Galaxias.

Conocí el submundo de Rocky Horror Picture Show con Luisín Useche, mi gran pana. Evento histórico e irrepetible. Fui a Whisky a Go Go, el lugar legendario donde debutaron los Beatles.

Visité San Francisco, Santa Bárbara, San Diego, Las Vegas, Colorado, Carmel, San José, Hawaii, Tijuana, Denver, Vail, Nueva York y fui una mujer feliz, despreocupada, solamente atendiendo mi postgrado. Gracias a mi papá y a la institución de becas Gran Mariscal de Ayacucho.

Mi tutor fue el Dr. Larry Wenner, quien siempre quiso ayudarme para permanecer en LA cuando terminara el postgrado pero le dije que no. Preferí regresar a Venezuela, donde ansiaba comenzar a producir programas de televisión de investigación periodística. Total ya el camino lo tenía abierto con Venevision por las pasantías que hacia allá cuando iba de vacaciones.

En una oportunidad fuimos también a Catalina Island, un lugar bellísimo donde, al caerse de un yate, se ahogara Natalie Wood.

En mis visitas a Venezuela de vacaciones, trabajé ad honorem en Venevisión con Alba Revenga en la producción de una serie con Arturo Uslar Pietri, “Raíces Venezolanas”. Ese trabajo me premió con un puesto seguro a mi regreso en el noticiero estelar “El Informador”. Éramos un grupo de reporteros muy prestigiosos y teníamos mucha credibilidad a pesar de que ese año la censura a la prensa era bastante extrema. La Noticia, de VTV, era el mejor noticiero y allí conocí a Carlos Fernandes, Juan Sará, Omaira Botello, Angel Bustamante. En El Observador estaban Elizabeth Pérez e Ingrid Priego. Excelentes periodistas todos. Mi ano en Venevision, prometia para mi una carrera exitosa. Gozaba del aprecio de todos, especialmente del doctor Jose Rafael Revenga, vicepresidente. Me asigno muchos trabajos especiales, como las visitas de presidentes de CentroAmerica, entrevistas al ex presidente Rafael Caldera, un trabajo super especial en RECADI, y muchos trabajos que requerían hablar ingles.

Lamentablemente, esas cosas del destino, por la incoherencia, el desatino, no sé ni cómo llamarlo, de mi hermana Ana María, involucrada en una “organización”, junto a Alejandro Pena mi primo, para mí era más como una “secta”, de un loco llamado Lyndon Larouche, echó por la borda toda mi preparación, aceptación, estima y futuro que tenía en ese canal de televisión.
 
Esta es la unica foto que tengo con mi mama.
En Los Angeles estuve también empatada con un colombiano de Medellín. Un paisa que llaman. Fernando Tobón. Un excelente profesional de la TV que me enseñó mucho pero no teníamos la mejor relación. Con él tuve muchos episodios agresivos y otros absurdos como discutir si Colombia era mejor o no que Venezuela.

Muchos años después supe que Fernando murió de un infarto a los 46 años en su habitación de Medellín, solo. Nunca se casó.

Cuando regresé a Caracas en 1984, se suponía que era para recoger amarras e irme a California y casarnos. Yo empecé a trabajar en “El Informador” y estaba feliz con la dinámica de la noticia. Un día me llamó a preguntarme cuando regresaba y le dije que no regresaría. Todo se terminó. Mi timón dio un giro de 360 grados hacia otro destino. Creo que mi espíritu nunca sería feliz fuera de Venezuela. Fernando me mostró Bogotá, Cartagena y Medellín. Su hermano Carlos fue quien me dio la triste noticia de su partida. Esa es la vida, unos nacen y otros se nos van. Me enteré en el 2008. Ya activadas las redes sociales de Internet, donde conseguí a Carlos. Cosas curiosas, no estaba buscando a Fernando sino a Carlos…

En esa ciudad trabaje con Fernando como corresponsal de farándula para Colombia. Entrevistamos a Pia Zadora, en su casa de Hollywood. Espectacular. Recuerdo un vitral de ella que era una cosa bellísima. También a Sergio Méndez, en una casa que fue alguna vez, regalo a Carole Lombard de Clark Gable.

Y en 2009 Michael Jackson murió por una sobredosis involuntaria.

En 2009 tambien supe que el doctor Wenner sigue dando clases en LMU y nos escribimos!

viernes, 26 de julio de 2013

De los 20 a los 25: Universidad y empezar a trabajar

En 1975, octubre, comencé a estudiar en la Universidad Católica. Estaba eufórica de hacerlo. Mi dedicación en la carrera fue absoluta y total. Estudiaba muchísimo y además, nos mandaban a hacer muchos trabajos prácticos, cosa que me encantaba. Entendí que lo mío es aprender realizando actividades, más que en un libro, aunque también leía y escribía mucho.

Tuve profesores maravillosos. Manuel Pérez Vila, Carmen Cecilia Mayz, Marcos Reyes Andrade, Antonio Olivieri, Horacio Martínez, Virginia Aponte, son los que me vienen a la mente ahora. Profesionales, escritores, periodistas, etc., todos de altísimo calibre, exigentes y muy preparados.
Siempre me acuerdo con mucha impresión como Carmen Cecilia, los primeros días de clase me pregunto, al saber que mi segundo apellido es Esclusa, “tu eres algo de Pedro Elías Mendoza Esclusa?”. Me quede helada y al decirle que si, me dijo “fue mi alumno en el colegio San Ignacio”.
La universidad fue un mundo nuevo para mí. La pasaba buenísimo y me encantaba ir hasta allá todos los días. Al principio estudiaba en el horario diurno, de 2 a 6, pero a partir de tercer año, me cambie al horario nocturno de 6 a 10 de la noche porque comencé a trabajar tiempo completo. Ya tenía 22 años y había trabajado medio tiempo con anterioridad y ya era hora de comenzar a hacerlo jornada completa. Así que a partir de los 23 años trabajaba de 8 a 5 y del trabajo, J. Walter Thompson, una publicidad, me iba a la universidad hasta la noche.

En segundo ano ocurrieron dos cosas importantes. La primera fue que María Eugenia González me inscribió –sin yo saberlo- en un concurso de belleza “El rostro más bello”, que organizaba la tienda Sears junto a Revlon. Para hacer este cuento corto, me lo gane, entre 30 muchachas. Una de las personas del jurado era Marzia Piazza, quien represento a Venezuela en un Miss Mundo. Bella, una mujer bellísima! La motivación de participar era el premio: dos pasajes a Europa, mil bolívares y un juego de maletas. Y a pesar de no sentirme bonita, pues gane.

El premio que me valió mi segundo viaje a Europa. En esa oportunidad fuimos a Paris, Lisboa, Madrid y Londres, María Eugenia, Jenny y yo. En Londres estuvimos en la casa de Eduardo y Carmen que estaban viviendo allá por un tiempo.
 
Andreina y yo cuando decidió suspender su matrimonio y tenia que usar al fotógrafo.

Entrar a la Universidad Católica Andrés Bello fue todo un triunfo para mí. Años después descubrí que todos esos éxitos que lograba en el camino buscaban ulteriormente, obtener el amor y la aprobación de mi mamá… La experiencia universitaria es única e invalorable. Allí no se va para aprender una materia sino para vivir y obtener mundología, lo que al final de todo cuenta para sobrevivir en el mundo real y verdadero. Allí aprendí a que la vida hay que merecerla con el esfuerzo, la dedicación y el estudio. Cinco años maravillosos de prácticas, teatro, exámenes, videos, películas, con un solo episodio que destruyó mi alma y mi corazón: un accidente de moto terminó con la vida de mi único hermano, Pedro Elías.

El segundo evento no fue para nada feliz ni afortunado. Al regreso de mi viaje a Europa con Jenny y María Eugenia, Pedro Elías decidió ya no utilizar más mi carro para ir a la universidad. Esa mañana del 22 de septiembre prendió la moto y salió de la casa. Varias veces me pareció que era un vehículo demasiado grande para poderlo dominar. Una vez sentí un golpe y al asomarme por la ventana, vi a Pedro levantarse del suelo con la moto. De paso, la moto estaba a nombre de su jefe porque ni siquiera la guardaba en la casa ya que mi papá le tenía prohibido andar en moto. Incluso, para que matara la fiebre, le había comprado una moto de cross, para que descargara en el cerro, pero que nunca lo hiciera en calle y menos en Caracas.

Pedro era muy ingenuo y confiado. Así era para todo. Cuando estudiaba con los amigos, los convencía para interrumpir para una partidita de dominó, que siempre ganaba y al día siguiente, raspaban a los otros mientras él pasaba. Nunca creyó que le pasaría algo en la moto, pero se equivocó.

El 22 de septiembre de 1976, a las 10:30 de la mañana se cayó frente al Country Club y murió en el mismo instante. Cuando nos enteramos el mundo se paralizó. Yo no comprendía nada. Esos momentos fueron de desespero, incredulidad, dolor, asombro, rabia y mil sensaciones absolutamente devastadoras. No quiero ahondar mucho en detalles. Solo quiero recordar a Pedro Elías en este recuento como mi hermano precioso y adorado. Inteligente y bondadoso. Cariñoso, bueno, alegre y tímido. Con una sonrisa hermosa y sus labios torcidos. Paciente, tranquilo, amoroso. Sólo tres meses le faltaban para graduarse de Ingeniero Mecánico en la USB. Así de repente, sin despedirse se fue para siempre. Para mis padres fue una herida mortal. Esto no puede superarse nunca. La muerte de un hijo es el episodio más doloroso del alma. Escuchar a mi papá llorar pidiendo la muerte para él mismo, ver a mi mamá tragarse las lágrimas porque tenía cinco hijas más que atender, son de los recuerdos más dolorosos de mi vida. Tanto como haber tenido que vivir el resto de mi vida observándolos destruirse y acabarse, haciendo de tripas corazón, porque la vida continúa y no podemos detenernos ante las eventualidades, malas o buenas, que Dios nos pone en el camino. Pero Dios, grande y omnipotente como es, me lo regaló en carne y hueso en mi hijo Andrés Elías, quien me lo recuerda siempre por su parecido con Pedro Elías. En su carácter y físicamente, aunque mi familia no lo ve, mis amigos sí. Y los de Pedro también. ¿Puede Dios ser más grande?

En JWT conocí a Belinda. Fue mi mejor amiga durante muchos anos. Con ella la amistad fue algo totalmente diferente a todo lo que conocí antes en mi vida. Belinda era incondicional y todo lo compartía  De esas personas que cuando quiere a alguien hace lo que sea, literalmente , por esa amiga. Y así fue conmigo. Siempre especial. Muy divertida y solidaria.

Los compañeros de universidad fueron de diversas categorías: las famosas actrices como Corina Azopardo y Carlota Sosa. De teatro, Inés Muñoz y Aminta de Lara. Cineastas como Mónica Henríquez y John Petrizelli. Famosos como Milagros De Armas, Eladio Larez, Delia Dorta. Conocí entonces también a Inés Pacheco, mi comadre. Madrina de mi segundo hijo. Hoy ya lejana y distante.

Comenzaba la furia por el MAS, Movimiento al Socialismo como una alternativa política para el país ya medio cansado de AD y COPEI. Mucha gente de Buena posición social profeso su simpatía por esta tendencia que llego casi a ser una posibilidad real con José Vicente Rangel, Pompeyo Márquez y Teodoro Petkoff. Nunca tuve inclinaciones izquierdistas, jamás. En eso siempre he sido vertical. Nada que me acerque a ese otro lado del puente. Estoy clarísima en eso y como mi papa, soy radical.

Trabaje junto a las más famosas en “La Casa de Bernarda Alba”. La obra batió records en teatro de la universidad. Mis padres fueron a verme con Anabella que era una pichurra, al teatro de la UCAB. Para mí fue un honor porque ellos nunca fueron a ver mis actos en el colegio, así que esto fue un éxito. Me alegro mucho que fueran.

Me gradué en octubre de 1980. Estuve a punto de desistir de mi viaje a estudiar a Los Ángeles por haberme empatado con un imbécil, Néstor Mena, que me rompió el corazón. Fue un trauma horrible. Me afecto muchísimo, pero como toda pena de amor, paso.
Mis amigos mas cercanos? Gisela Carrillo, el Negro Sosa, el gordo Carbonell, Ines Pacheco, Ines Munoz, Osmelia Diaz Granados, Celia Perez, Sebastian de la Nuez, Evelyn Pacheco, Asuncion Cabezas, John Petrizelli, Ricardo Acosta, Carlota Sosa, Maru Lairet y Lupe Tejera.
 
Octubre 1980. UCAB. Licenciada en Comunicación Social.
De un día para otro, hice maletas y arranque sin saber ni a donde iba a llegar, ni donde iba a estudiar, ni cómo iba a pagar esos estudios.

Unos meses antes de mi graduación, mi mamá le quito la careta a mi papá y lo descubrió in fraganti, regresando de Margarita con una señora que no debía estar allí y en ese momento se declaro oficial la ruptura entre ambos.

Mi papá tenía una cita con un medico en Boston por su problema de artritis y entonces fui yo quien lo acompañó por estar sin compromisos en ese momento. Fue un viaje muy fuerte. Mi papa estaba mal, muy enfermo, apenado por lo que había pasado, adolorido, inquieto e impaciente, de mal humor y con mucha ansiedad. Impaciente. Tenía dificultades para caminar, para usar sus manos para vestirse, desvestirse, comer. Sin embargo, fumaba muchísimo, veía televisión y en las noches, se sentaba en las sillas de la habitación del cuarto a llorar. Entiendo que el doctor que lo iba a ver era un genio de la lámpara, pero la época no fue para nada oportuna. Era noviembre y el frio en Boston era mortal, brutal y lo estaba, literalmente, matando. Yo no sabía qué hacer, no sé como sobrevivimos esos días. Vimos a los Morreo, salimos algunas veces, pero siendo Thanksgiving, las calles estaban vacías y no había gente en las calles. Mi papá no se explicaba aquella soledad. Nos costó conseguir hasta donde ir a comer.
Finalmente lo vio el doctor. Yo ofrecí a Dios donar sangre (le tengo terror al dolor y a las agujas) si salía bien y si le decían que iba a superar esa crisis que tenia. Así fue. Doné sangre en el mismo hospital Saint Helen, en esos días. Para mí fue muy fuerte. No sabía cómo manejar esa situación, no sabía qué hacer, me sentía impotente, inútil y no supe, de verdad creo que no supe ser mejor hija en ese momento. Me paralizaba cuando lo escuchaba llorar. Lo recuerdo vívidamente, noches interminables de tanto llorar. El frío helaba hasta los huesos. La sangre. El amor propio. La compasión.


Pedro Elías era un ser noble, paciente, callado, cariñoso. Su único defecto era dejarse su pelo lisito largo, era lo único que mi papá le reprochaba. Jamás se enganchaba en una discusión. Dejaba que las cosas pasaran sin intervenir. Desde pequeños compartimos casi todo porque me llevaba dos años, y Carmen era la mayor así que nosotros dormíamos juntos, nos bañaban juntos, cosa que odiaba especialmente cuando empecé a crecer, jugábamos juntos mientras no aparecieran otros varones. Con él aprendí a jugar perinola, metras, y todos esos juegos de varones. Casi no jugué muñecas porque las cambié por treparme a los árboles y correr con la ere y paz y guerra. Siempre fui la madrina de su curso en el colegio San Ignacio. Elección de última hora cuando no conseguían una mejor candidata. Nunca gané el premio. Siempre como último recurso. Con él aprendí a montar bicicleta y sufrimos un accidente horrible que nos trajo además del golpe, un regaño y castigo de pronóstico reservado. Pedro siempre estaba lleno de paz y tranquilidad. No lo recuerdo bravo, ni siquiera molesto. Era brillante! Excelente estudiante y mejor amigo. No fumaba, no comía hielo para cuidar sus dientes, no criticaba ni juzgaba y le gustaba la idea del socialismo. Viajó a Cuba por ejemplo, a donde yo no he querido ir y leía sobre el Ché Guevara y demás autores similares. Jugaba ajedrez muy bien y concursaba a veces.

Yo lo acompañaba a comprar ropa, lo asesoraba… Lo chaperonée varias veces para que pudiera salir con su novia Jacqueline Curiel. Sabía de todo y eso que no existía Internet. Siempre estaba allí para ayudarme en todo, responderme las dudas y aclararme temas para mí, complicados.

El 22 de septiembre, día en que cumplía años uno de sus primos más queridos Andrés Eduardo Sosa y su prima Josefina Nieto, Pedro Elías se nos fue dejando un vacío irremplazable. Estaba a tres meses de graduarse de ingeniero mecánico en la USB, casi un hombre al que aún a sus 23 años se acostaba abrazado de mi papá a ver televisión. Ese día mis padres se murieron también. Nunca más la familia fue la misma. Por el contrario, ese día comenzó el declive total de los Mendoza Esclusa como familia. Una estructura que lejos de unificarse comenzó a destruirse en pedazos. Dios te bendiga hermano, donde quiera que estés. No hay día de mi vida en que un pensamiento sobre ti asalte mi alma y mi recuerdo y le agradezco más a Dios por Andrés que te trae todos los días a mi vida. Con su carácter que es el tuyo, con tus maneras que son especiales, con su inteligencia que te robó. Con algo en su físico que te pertenece y es eso, la memoria, ese toque sobrenatural que no se entiende pero que vive, vibra.

Poco es esto que escribo algo que pueda retribuir tu memoria. Sólo el amor que te seguimos teniendo, tu mamá y tus hermanas mantiene viva esa llama que eres Pedro Elías. Mi hermano adorado siempre.


Y como Dios existe, en diciembre de 2009 me reencontré con Eduardo Rivodó, tu hermano, tu pana. Está bello. Fue verlo y llorar mucho pensando en ti. Todavía te extraña y nunca se acostumbró a que no estés. 

jueves, 25 de julio de 2013

Empieza el camino a la universidad

En 1974 fui a Europa por primera vez en un tour de jovencitas. Conocí lugares maravillosos. París, Roma, las Islas Griegas, Bruselas, Brujas, Milán, Florencia, Madrid, Toledo, Granada, Sevilla, un pueblito precioso de Suiza, Insbruck, Viena, Venecia, Lisboa, Londres.

Londres, París, Madrid y Lisboa los visitaría más tarde en 1976, agregando a Madeira, Alicante, Benidorm, Loire, Versailles, con el premio del rostro más bello. Un viaje inolvidable con dos amigas que hoy ya casi no existen en mi vida.


Eduardo Rivodó y Alejandro Romero eran los mejores amigos de Pedro Elías. Dos grandes panas. Inteligentes y buenísimos, siempre serán como hermanos para mí.

El grupo de amigos eran los de “la 10” (avenida 10 de Altamira) que se reunían en casa de los Machado. Popi, Tuti, el Flaco Sanchez, Fideo, con quien me empate un tiempo, Leonel, Bernardo. Era la época de la gran bonanza de Venezuela y por ende la de mi papá. Compramos apartamento en Miami Beach y viajábamos por lo menos tres veces al año a comprar, a Disney World, a pasear. Mi papá era uno de los seres más generosos que he conocido. Para él la amistad también era prioridad. Le compraba a sus amigos, contrataba a sus amigos, beneficiaba en primer lugar a sus amigos. Con nosotros, sus hijos, era espléndido, nos dio todo lo que pudo darnos sin malcriarnos. No escatimó en educación y siempre hizo todo lo que estuvo a su alcance para darnos lo mejor. Dios lo bendiga por su esfuerzo porque dificulto también conocer otro ser humano trabajar tanto como lo hizo Fernando Mendoza Aristeguieta.
 
Pedro y yo 1975

Participamos en el Festival intercolegial La Carrera del Sol. Quedamos en segundo lugar el día de la canción venezolana. Nano fue nuestro profesor de canto. Creo que me enamoré de él. Gozamos mucho, por primera vez el colegio figuró y clasificó. Un empeño mío que logramos concretar, así como el periódico del colegio. Siempre inventaba nuevas aventuras. La directora era Milagros Erminy, estricta y conmigo un tanto hostil pero a la vez me quería. Nuestra madrina de promoción fue Sonia, la profesora de Historia de Venezuela. Falleció años más tarde, de cáncer. Una gran amiga del colegio Chabela Rincón, también Maria Silvestri, Marisela Carderera. 

Ya había tomado la decisión, muy bien influenciada por mi prima Ana Teresa, de estudiar Comunicación Social. Así fue como inicié de inmediato el curso propedéutico en la UCAB y entré. Era octubre de 1975. Tenia 19 anos.
 
1977 JWT Comercial de Astor Rojo
Al entrar al colegio perdí todo contacto con mis compañeros de El Peñón. No sé por qué pero así fue. Como si me hubiera mudado de ciudad. Fue una etapa difícil en mi vida. Nuevas amigas, otra vez cambio de nido. Adaptaciones dolorosas en medios de subsistencia diferentes. Me sentía como una paria. Mientras mis hermanas, las cuatro, estudiaban en la Academia Merici, el colegio más distinguido para señoritas de Caracas, y se iban con chofer, yo estaba en cualquier colegio y andaba en autobús. Vidas diferentes que me hicieron ser muy diferente. Me desligo de ellas en su totalidad. Las cosas mejores eran para ellas. Vestidos nuevos, fiestas. Yo siempre me vestí con las chivas de Carmen Cristina. Sólo dos atuendos para mi recuerdo: el traje de madrina para el matrimonio de Carmen y la maxifalda azul marino y blanca que me hizo la señora Maturen y me puse para la fiesta de Titina Díaz.

Mis relaciones con mi mamá estaban absolutamente deterioradas. A cada rato me decía que “era igualita a mi papá” y creo que no significaba que era bueno. Creo además que fue entonces, que perdí ese amor que todo hijo siente por el primero de su vida. No recuerdo cuando fue la última vez que me abrazó o me besó. No recuerdo nunca que me dijera lo buena, valiente, inteligente o bonita que era. No recuerdo que comprendiera nada de lo que me pasaba. No recuerdo cariño, comunicación, nada. Sólo regaños, castigos y peleas. Me duele, me da mucho sentimiento pero no puedo recordar otra cosa.

Estrené mi Fiat 132 color vino tinto que me regaló mi papá por graduarme. También cuando a mis 21 años me despertó para regalarme un Rolex. Lo recuerdo mucho porque me pareció muy dulce la forma en que se acercó a mi cama para entregármelo.  Con ese carro todos mis recuerdos de la universidad, una vez más otro cambio en mi vida que me marcó profundamente. La vida entera la he tenido sellada por la manera de ser de mi mamá porque no entenderé nunca esa forma de ser tan indiferente, apática, parca, fría. 

Alguna que otra salida, pero mas que todo fue muy intensa la universidad, comenzó nuevamente mi tragedia con la gordura, la obesidad. Un tema no resuelto de mis afectos y mi autoestima. 

Algo que he visto en otras familias amigas es que entre hermanas, ademas de hermanas, ellas son amigas, se cuentan sus cosas sin criticarse, sin juzgarse y hasta se protegen y se esconden las cosas. En mi caso no ha sido así  Mis hermanas han sido mis hermanas pero no amigas. Quizás con Adriana ha sido distinto, un poco. Con ella logre una relación mas cercana y mas de unión de verdad. Adriana es la quinta de la casa y la mas bromista y "alegre". Siempre esta riéndose y contando chistes. Tiene amigas muy intimas que son bien cheveres y se quieren mucho. Ya de adultas, ella ha sido la mas cercana a mis hijos, por lo menos a Andres Elias. Tiene su caracter fuerte, es inteligente y bonita.  Mi abuelito le decía "mosquito de pina". Es abogado y como yo, ha trabajado mucho para mantener su hogar y sus dos hijas y ahora una nieta.

domingo, 21 de julio de 2013

Club Balneario La Rivera de Playa Azul

Comenzamos a ir a Playa Azul como desde 1967 si mal no recuerdo. Playa Azul fue, durante mas de 20 anos, mi lugar favorito. El lugar donde me sentía libre, sin tener que pedir permiso prácticamente para nada de todo lo que hacíamos allá, aunque teníamos que reportarnos cada hora a donde estuvieran mis papas.
En Playa Azul aprendí a nadar como un pez, aprendí a jugar water polo, a bailar, a saltar de un trampolín, a correr las olas, a comer cazón, a nadar debajo del agua y aguantar la respiración, a socializar con varones, a ponerme negra bajo el sol, a tener amigas y amigos y a ser feliz, feliz.
La playa con sus chozas
Muchísima gente que todavía veo, conocí en Playa Azul. La primera que debo mencionar es a Lissette Karam, y sus 5 hermanas, primos, etc. Lissette es una de las personas mas alegres, simpáticas y amorosas de mi vida, hicimos y deshicimos como quisimos.  Siempre atractiva, levantaba muchísimo y era super popular! A Kike Gosen, a Chavito, al chino Perez, a mucha gente. En Playa Azul baile con Billo, Los Melódicos, Los Corraleros del Majagual, Los Fugitivos, Los Rivera, Los Claners, y a jugar bingo, golfito, tenis, bolibol, etc.
Lissette y sus 4 chamos
Siempre teníamos piques con la gente de Camuri, pero para mi, todavía hoy, Playa Azul sigue siendo el mejor de los clubes de playa de Venezuela.
Allí se desarrollo mi romance con Perucho y son muchos los recuerdos que tengo. Desde los mas alegres como ganar los partidos de water polo, los mas tristes como terminar con Perucho y los mas dolorosos como cuando me fracture la nariz corriendo por el cine.

Los paseos en lancha, esquiar una hora completa desde Playa Azul hasta Camuri por el mar abierto, colearnos a las fiestas de Puerto Azul, las horas tomando sol en la playa de las lanchas y colearnos también en el Bar K son memorias irrepetibles de una época maravillosa y repito, feliz!
La Piscina grande
La playa principal

El malecon


sábado, 20 de julio de 2013

Las mamás de mis amigas

Las mamás de mis amigas han sido muy importantes en mi vida. Felizmente tuve la dicha de tener una relación maravillosa con todas las que recuerdo.
Carmen Luisa, la mamá de Erika, era una señora muy cariñosa, nos protegía y cuidaba mucho. Siempre la recuerdo tratando de conciliar, comprensiva y ante los episodios del colegio, nunca nos regañaba sino que procuraba estar de nuestro lado. 
Margarita, la mamá de Maria Margarita sigue siendo mi amiga. La adoro. Es una mujer con temple de acero que ha sobrevivido las penas más fuertes y duras que una mujer, esposa y madre puede experimentar. La adoro.
Amelita, la mamá de Maria Eugenia siempre fue divertida, dicharachera y alegre. También tenia una bonita relación con nosotras.
Eloina, la mamá de Eloina. Siento que como las otras, me quería mucho. Tengo muchos anos que no la veo, vive en Washington.
Perfecta Rosalia, la mamá de Belinda, siempre fue un amor conmigo así como lo era con Belinda. 
Raiza, la mamá de Cain y Marisela, era más que amiga, una cómplice de nuestras travesuras. Sigue siendo una mujer encantadora y maravillosa.
Dora, la mamá de Dorin, mas seria y formal pero también se que me tiene cariño.
Las mamás de Maria Eugenia Gonzalez, Gisela Carrillo, Marlene Valladares, Alejandra Sambrano, Anita Moser, La Negra Conaway, todas ellas me dieron siempre mucho amor y su relación conmigo fue mas de amiga que de madre de mis amigas.
Erika Kubler, mi amiga desde 1965
La mamá de Gigi, es más seria, pero es un dulce y una belleza. Se preocupa muchísimo por ella, está siempre muy pendiente de todo.

La Nena, la mamá de Jenny Suárez, siempre fue y es como una mamá para mi. La quiero muchísimo  Recuerdo como me consintió y cuido cuando llegué a su casa en Miami, saliendo hacia LA, con el corazón destrozado. Solo ella...

La mama de Luisin y Maria Eugenia, la enana... esa es mi pana!

En fin, gracias a Dios siempre pude tener una buena relación con las señoras madres de mis mejores amigas. Eso me alegra y me llena de satisfacción.

Reflexiones 1972

El Peñón fue un cambio total en mi vida. Me abrió los ojos al mundo. Conocer tanta gente diferente, más grande y más pequeña, varones y hembras, católicos y judíos, salir del cascarón de mi casa… Aprendí mucho. Crecí en muchos aspectos y fui muy feliz. Dos años bastaron para hacerme de amigos a quienes hoy, 30 años después, conservo, estimo y cultivo todos los días. Doris Szilard, amiga, quien es mi ginecóloga. Leo Peña, cirujano plástico quien me hizo la mamoplastia, Paul Soucy, quien me abrió la puerta cuando embarazada de Andrés Elías, mi hijo mayor, no teníamos dinero para vivir y me empleó. Pedro Chapellín, a quien tanta risa le debo y que Dios se llevó prontamente. Adolfo D’Erizans, quien al separarse de su mujer, confundió el amor con la amistad y me rompió el corazón. Adriana Fortoul, solidaria, ocurrente y genial. Elena Vega, quien se ha convertido en mejor amiga, compañera y consejera del alma. Eloína, quien de protegida se convirtió en mi protectora y el hombro donde llorar. Moralba Maldonado, mi hermana, mi confidente y compañera en París. Y Mónica Chitty, mi adorada comadre, amiga, hermana y mucho más. Johann Gathmann a quien quisiera comprender mejor, Rafa Ponte, Alberto Quirós, Tatiana Arends, Johan Gathmann, Adriana Vicentini,  Ana Virginia y su madre la profesora de historia que tanto me enseño.  Nineta,cuyo hijo estudia con el mío, Carlos Baíz, todos quienes me aman y amo. Mis amigos. De verdad verdad. Los que han comprendido el valor de no ser perfecta, o de verme como perfecta aunque no lo sea. De aceptarme como soy, más de lo que me acepto yo misma. Por lo que lucho a diario, perdiendo amores y buscando respuestas. Queriendo encontrarme para poder amarme y aceptarme. Perdonarme, Perdonar a mi niña, quien no tiene la culpa de tener tanto miedo.

Entender lo que no tiene explicación y no necesita tenerla. Crecer en la emoción como crecí en lo profesional. Equilibrarme internamente y ser feliz porque sí. 
Deslastrarme de tanta critica y de tanto juicio. 

domingo, 14 de julio de 2013

El colegio y mis primeras sobrinas

En 1973 nació mi primera sobrina, Anabella Cristina Ciliberto, la hija que no tuve porque se parece mucho a mí. No físicamente pero si en espíritu, carácter y motivaciones. A casa, en New Orleans, llegaron mi mamá y Carmen Cristina de vacaciones y yo le compré por encargo a Anabella un morral para bebés que acababan de salir al mercado. El 30 de enero Nita nació en la Clínica Leopoldo Aguerrevere después de mucho trabajo de parto, pero linda con sus ojitos negros. Fue todo un acontecimiento.
  

Creo que a La Negra yo no le caía bien. Como decíamos entonces “la tenía cogida conmigo”. Cuando mi mamá me llamaba por teléfono, tenía que llorar bajito porque si no, me regañaba. Lloraba porque no me sentía bienvenida en esa casa. Siendo de las grandes la menor, no tenía permiso para muchas cosas. Todo ese descontento se volcó enloquecido a comer descomunalmente. Escondida. Tanto comí que regresé con 20 kilos más, y que nunca pude eliminar de mi vida. De haber sido una niña bonita, aunque mi mamá no me lo decía nunca, pasé a ser una gordita. Ese año me marcó como nada en mi adolescencia: perdí un amor, engordé bárbaramente y fui extremadamente infeliz. Aprendí a hablar inglés y gané una amistad que, a pesar de entrar en conflicto ya grandes, María Eugenia es uno de mis valores más preciados.
Me hacía mucha falta mi hermano Pedro Elías. Una vez me escribió porque así se lo pedí después de haber soñado con su muerte. No pasó entonces, pero el sueño premonitorio se cumpliría tres años después. Regresar a Venezuela fue lo máximo. Un 28 de mayo de 1972. Pero ese regreso no me devolvió lo que había dejado. Todo había cambiado mucho: mi casa, mis amigos, mis hermanos y mi autoestima. Regresé hecha un manojo de inseguridades y a ninguna parte. Todo mi mapa se había transformado en otro mundo al que no conocía y donde no me encontraba a mi misma.
Lloré por Perucho todo el año. A diario. Y así siempre fueron de dolorosos los rompimientos amorosos para mi. Ya adulta leí que los niños sobreprotegidos temían a factores externos y los niños carentes de amor de madre, temían y no resistían los fracasos y penas afectivas, internas. En New Orleans aprendí lo que era estar fuera del hogar. Fue duro y difícil pero a pesar de todo la experiencia la cuento como positiva.

Un colegio mixto era una total novedad para mí. Aunque ya socializaba con chicos de forma regular, gracias a ser socios del club Playa Azul, compartir el salón, el deporte, el cafetín, los amigos y las intimidades siete horas al día con varones, era definitivamente algo distinto.
Me aceptaron gracias a la psicóloga que hizo todos los esfuerzos por evitar que me botaran del San José de Tarbes. Era amiga de la doctora Vegas y así fue que me dieron el cupo. Me gustó la bienvenida de la directora quien me advirtió que, precisamente por la razón que se esgrimió para botarme: que era una líder, por esa misma razón ella me aceptaba. Porque el liderazgo era una virtud y no un defecto si se canalizaba positivamente. Así lo hice: organicé una revista escolar, concursos de gaitas y de arreglos de navidad para los salones. Los profesores me querían, mis compañeros mucho más. Conocí a todo el mundo en el colegio y disfruté muchísimo mis dos años allá. ¿Por qué dos? Porque no fui buena en química, física y matemática. La directora consideró mejor para mí, terminar en Humanidades y no existía en los Institutos Educacionales Asociados. La felicidad duró poco… allí, porque hoy, es entre mis compañeros que tengo los mejores amigos. Allí descubrí que había judíos en el mundo.

El primer día me encontré a Dorín Alliegro, a quien gracias a Dios también habían botado del San José. De inmediato nos hicimos inseparables. Luego se agregaron Eloína Simonpietri, Adolfo D’Erizans y Pedro Chapellín. Sin duda éramos Los 4 Fantásticos. No hubo noviazgos, no hubo enamorados. Hoy dicen mis amigos que todavía entonces lloraba de pena por Perucho y por eso nunca nadie se me acercó con ninguna otra intención que la de ser mi amigo. Salía con todo el colegio. El único que recuerdo me atacaba, fue Henry Collet, hermano de Irama y Susana. No pasó nada.

Fue una época maravillosa. Pedro era el ser más cómico de la tierra. Eloína iba empatada en ese renglón. Salíamos a pasear en moto, estudiábamos juntos, vivíamos inventando cosas los fines de semana. Me iba en el autobús del colegio. Nos cuidaba Carlos Sierra. Salía como a las 6 de la mañana y regresaba a las 3. Era un viaje largísimo pero lo aprovechaba muy bien. En primer lugar en consolidar amigos. En segundo lugar y lo que me llenó más fue que, viniendo de un colegio y educación católicas, cien por ciento, supe y conocí los principios de la religión hebrea. Estudiaba con judíos y judías que profesaban credos distintos a los míos y eso me llenó de curiosidad. En las tardes, me sentaba con Martha Benaim e intercambiábamos creencias, celebraciones y rituales de cada religión. Aprendí a conocer, querer y respetar a quienes fueron educados desde otra perspectiva y gracias a Dios que así fue porque más adelante viví en carne propia las discriminaciones que católicos hicieron a judíos y nunca lo acepté ni aceptaré jamás. Esas manifestaciones de intolerancia no pueden sino ser propias de la ignorancia, mediocridad e irrespeto por los seres humanos.

Roberto Ponce de León fue mi profesor de física. La materia la pasé, gracias a la benevolencia que tuvo al dejarme acumular puntos por pasar al pizarrón. En los exámenes lo que hacía era llorar cuando veía fórmulas con números y letras que era incapaz de descifrar. El sólo me consolaba pero nunca me sopló. Se casó con una alumna de quinto año, Dulce. Supe hace poco que falleció de un infarto.
Mi papa con Adriana en Miami 1974

Luego de tercer año tuve que irme del colegio porque no pegaba una con las tres Marías. Otra gran amiga de esa época fue Marlene Valladares.

Mónica Chitty estudiaba un año superior, sin embargo nos hicimos entrañables amigas. Un 6 de marzo de 1976, el mismo día del cumpleaños de nuestros papás, un accidente de moto le dio casi el peor de los sufrimientos: perdió las dos piernas y casi le quita la vida. Pedro Elías fue quien me lo avisó. Caí de rodillas al piso y la desesperación, tristeza y rabia me invadieron. No la pude ver entonces en la clínica y se fue a Miami para su rehabilitación. Nos encontramos allá, un año después, gracias a Francisco Dona, y desde entonces no nos hemos separado de alma.

Mónica es la madrina de mi primer hijo, Andrés Elías y una de las amigas más hermosas que nadie pueda tener. Ella me regaló a Helena también, su hermana, a quien quiero muchísimo y siempre está en mi corazón.


En 1977 nació mi segunda sobrina, Vanessa Ciliberto Mendoza. Una muchachita con un carácter que hay que temerle, linda y bella. Nació en Londres durante la estada de Carmen Cristina y Eduardo como agregados en la Embajada de Venezuela. Eso fue el 15 de julio. Vanessa retaba mucho a Carmen Cristina y recuerdo correr con ella en brazos una vez para que no la reganara por algo que había hecho o dejado de hacer. Fueron las únicas sobrinas y nietas durante mucho tiempo en la familia y se convirtieron en las consentidas de todos.

domingo, 7 de julio de 2013

Mi hermano Pedro Elías (1953-1976)

Hablar de Pedro Elías puede llegar a ser muy triste y fuerte pero se lo debo. Creo que lo hemos dejado atrás bastante ligeramente y aquí, hoy, quiero recordarlo bonito.

Pedro nació en 1953, el 10 de diciembre. En ese entonces mis padres y Carmen Cristina vivían en la Quinta Serenata, al pie del Avila, en Altamira.  Imagino que mi papá estaba muy contento por tener un varón después de Carmen y fue la niña de sus ojos. Recuerdo oírlo decir que se mudaron de allí a El Bejucal porque Pedro casi se ahogaba en la piscina de Serenata y eso lo aterrorizó. 

Más adelante, pasados muchos anos, me pidió que por favor no le pusiera a Andrés el nombre de mi hermano porque "los Pedro Elías de la familia no han tenido buena suerte". Por eso Andrés Elías se llama así.

(Pedro Elias Aristeguieta era su tío y falleció en el episodio del desembarco del Falke, en los tiempos de Juan Vicente Gomez)

Pedro entró a estudiar en el colegio San Ignacio y en preescolar tuvo la misma suerte de contar con una monja que le pegaba. El caso fue que mi mamá si fue a reclamar y resulta que el problema era que Pedro no veía bien, por eso se distraía y la monja le pegaba. Le pusieron sus lentes y todo mejoró.
 
Pedro Elias de 4 anos aproximadamente
Pedro fue siempre un excelente alumno, era inteligentísimo. Estudiaba poco pero siempre salía super bien. Tenía buen carácter, era dulce, tranquilo, pacifico, calmado. Su único rollo con mi papá era el pelo que siempre le mandaba a cortar.

Siempre quiso una moto y mis padres se la negaron todo el tiempo. Durante su primaria y bachillerato me nombró casi todos los años madrina para el desfile inaugural. Allí escogían una madrina ganadora, que nunca fui yo. Siempre me lo decía el día antes del desfile. "Maria Elena no tenemos madrina así que tu vas".

Pedro andaba siempre con Alejandro nuestro primo y con Andrés, nuestro otro primo. Casi en quinto ano conoció a Eduardo Rivodó, su pana del alma en la universidad.

Pedro y yo compartimos el mismo cuarto hasta que ambos crecimos lo suficiente como para entender que éramos varón y hembra y no era natural que compartiéramos la misma habitación. 

Cuando se graduó, comenzó a estudiar en la USB, ingeniería mecánica y siempre salia bien a pesar de lo difícil de la carrera. También comenzó a trabajar en una compañía de aires acondicionados y allí, con su propio sueldo, compró la moto que tanto había querido siempre. Incluso inventó que la moto era de su jefe, ya que estaba a su nombre hasta que la pudiera pagar completa, para que mi papá fuera haciéndose la idea de tener cerca la moto.
 
Pedro en Miami. Foto MEM 1975
Pedro era un tipo cariñoso, siempre se acostaba a ver TV con mi papá. Era desprendido, distraído. Cuando veía TV se olvidaba del mundo como el día del terremoto de Caracas el 25 de julio de 1967. Se quedo pegado viendo la tele y fui yo quien le pegué un grito para que corriera fuera de la casa. Nunca peleaba con nadie, lidiaba con todas las hermanas mujeres muy bien y con todas fue un dulce.

Viajó a Cuba en una oportunidad. El tema del comunismo le llamaba la atención. Pero más que eso adoraba a Tintin, el comic belga que me hizo querer tanto como él. Le encantaba El Zorro. Jugar domino y ajedrez.

Le conocí pocas novias: Ilse Briceño y Jacqueline Curiel aunque salió con muchas de mis conocidas y otras que no conocí también.
 
Pedro con Mercedes Parra 1972
Recuerdo una vez que me pidió que lo acompañara a comprar ropa porque no tenia la menor idea de que comprar.
Recuerdo cuando chocó el Ford Cortina y lo desbarató.
Recuerdo ir con él a las carreras de motocross que fue lo más cerca de las motos que mi papá accedió. Con Giuliano Rovis y Jesús Veroes.

Recuerdo sus abrazos largos y extendidos, su risa, su humor negro, su capacidad de mantener la calma ante cualquier situación. Sus explicaciones largas y completas para cada tema.
Recuerdo que era mi hermano apenas 3 años mayor que yo y muy cercano a mí. Su pelo "baba", largo.
Recuerdo que no fumaba, tomaba poco y se comía la concha del pan antes que el relleno. Le encantaba la patilla y las películas de Bruce Lee. No se metía en nuestros problemas.
Recuerdo que yo estaba de viaje en Europa y el estaba usando mi carro. Llegué un 21 de septiembre y al día siguiente, no agarró el carro sino la moto. No lo vi más. Regresando de la universidad, frente al Country Club, tuvo el accidente que todavía no entendimos bien y se fue.

No hay palabras para describir esto. Todavía me hace llorar y siempre lo recuerdo con mucho amor y con la nostalgia de pensar como hubiera sido mi vida con él  cerca, como hubiera sido su vida, su esposa, sus hijos, la relación familiar. 

Su muerte marcó a mis padres por siempre. Todo comenzó a cambiar a partir de allí. Ninguno fue el mismo después de esto. Mi papá empezó a quererse morir hasta que lo consiguió. Mi mamá se endureció. Se trancó para siempre y más nunca hubo cordialidad y felicidad. Al menos así lo veo yo.

Pasan los años y lo sigo pensando, queriendo. Sobre todo a través de mi hijo Andrés Elías que me lo recuerda a cada momento en su manera, su carácter y su tranquilidad. Es un pedacito de Pedro en su ser. Yo lo veo en él  todos los días, ese fue el mejor regalo que Dios pudo darme. Lo extraño todos los días. Aceptar que no estaba más entre nosotros me costó mucho tiempo, muchas lágrimas. El dolor se queda ahí mucho tiempo, presente, fuerte, constante. Voy al cementerio ocasionalmente y le dejo flores. Rezo. 

Pedro era especial sobre todo porque en una casa de tantas mujeres con tanto carácter, era como un oasis para el temperamento. Siempre calmado, en paz.

Pedro, te quiero siempre y conmigo estarás siempre. Te extraño muchísimo  enorme, inmenso, junto con mi papá y ojala podamos vernos de nuevo, alguna vez, en alguna vida.



Tenía 23 años.

Le faltaron 3 meses para graduarse de ingeniero mecánico de la Universidad Simón Bolívar. Mil anos para completar sus suenos y disfrutar del éxito que tenia garantizado en la empresa donde trabajaba o quizás en otra.  

Me faltó la vida para seguir creciendo junto a él  y sus formas, sus maneras. Lo siento cerca a través de Andrés, lo recuerdo por las experiencias que tuvimos juntos y por sus amigos, Eduardo Rojas, Felipe Pacheco, Carlitos Raitler, Gregory Hoffmann, Cecilia Laya, y los que ya mencioné

Las fotos que existen las tome yo o con una cámara que costó un mundo que me la compraran. Mas tarde mi papá me dijo"si no hubiera sido por tu empeño en tener esa cámara de fotos, no tendríamos ni una foto de Pedro".
Pedro, aunque no te mencione, aunque no hable de ti, estas presente en todo momento y en mi corazón  Nada ni nadie podrá sacarte de ahí, nunca. Te adoro.