domingo, 30 de junio de 2013

Llegar a los 15 (capitulo 4)

Y me dio tosferina. Lo recuerdo bien porque enfermarme obligaba a mi mamá atenderme como sólo en esas ocasiones lo hacía y me hacía sentir querida e importante. A veces cuando hablaba por teléfono me le recostaba en las piernas y me hacía cariño en el pelo, el encanto terminaba cuando al concluir su llamada, y darse cuenta de que estaba en su regazo, me sacudía de allí. 

Otras enfermedades “importantes” fueron la vez que me salieron aftas en la boca por comerme las uñas, cuando me encontraron lombrices y creían que tenía un soplo en el corazón, además de gripes y fiebres de rigor. En ese entonces nos mudamos al Country Club.

Jugaba con la Barbie, tenía varias, ladrón y policía, quemado, escondite y la ere paralizada. Como cosa curiosa, nunca entendí para qué escribía cartas al Niño Jesús. Nunca me traía lo que le pedía.

Mi papá estaba poco en la casa. Por lo menos no lo recuerdo sino cuando íbamos a misa, los domingos y cuando nos íbamos a Playa Azul. El nos llevaba a la Iglesia, pero nunca entraba. Se quedaba afuera fumando, sellando los cuadros del 5 y 6 y compraba cuanto libro encontraba en la Librería de la Iglesia Don Bosco. Mi papá era un hombre que se trasladaba de un extremo al otro en cuanto a sus afectos: de la ira descontrolada al ser más cariñoso del planeta. No era nada comprensivo, era terco, autoritario y violento. Se hacían las cosas como él quería y su autoridad estaba basada en el pánico que ocasionaba la sentencia de mi mamá: se lo voy a decir a tu papá.

Recuerdo también cuando fui al Cine Lido a ver Blanca Nieves. No me llevó mi mama, me llevo el chófer y me acompañó la niñera. Recuerdo que estábamos viendo la película y cuando llegó la escena en la
10 años
que la bruja, disfrazada de viejita, se acercaba a la princesa con la manzana envenenada, yo brinqu
é del asiento y Salí corriendo del teatro porque no pude soportar verla “morir”.

Los vecinos. Primero los Mazzei: Marianella y otro hermano mayor quien no recuerdo. Adriana, mi mejor amiga y Bernardo. Dos alemanas de paso por esta capital. Goldy y Titina, más amigas de mi Carmen Cristina, así como Marisol Guillén y su linda mamá. Helena y el Flaco Rodríguez, muy amigo de mi hermano mayor y único varón, Pedro Elías. Después recuerdo a los Bustamante, con los que coincidí años más tarde en el Colegio, Marisol y José María Tellerías y los Cuevas, que vivían justo al frente de la casa El Bejucal.

Mi maestra de segundo grado era bella, la señorita Carmen. Mi mejor amiga era Carolina Ruiz y también Corina Azopardo, en tercer grado la maestra fue la señorita Olga que era bravísima y les pegaba a las alumnas. Una vez agarró a Corina por la pollina, porque no veía lo que leía en voz alta, y haló tan duro y con tanta rabia que la tiró al piso. Lo mismo le hizo a Lucía Landáez. Yo le tenía pánico, terror. Pedro Elías era el único que me entendía. De 9 años se lo conté y él de 12, me decía que debíamos ir al Ministerio de Educación a poner la denuncia. Todavía hoy me pregunto cómo es posible que dejaran que eso sucediera. Los mismos padres lo permitían. A los míos nunca les pareció que eso era insólito. En cuarto grado, me tocó la señorita Alba, pero para mi pesar, me rasparon e hicieron repetir con la hermana María Luisa. Allí conocí a mis mejores amigas María Margarita Larrazábal y Erika Kubler. También a María Eugenia Rotundo y a Malila Pulgar. Hoy todavía están conmigo y la vida me las sigue regalando. En quinto grado me tocó la temible hermana Redentor y en sexto la hermana Irma.

Una de mis mejores amigas también lo fue Maria Cecilia Nouel quien vivía al salir del colegio en Las Palmas. Era y sigue siendo, bella, tranquilita y super calladita. Quizás por eso no nos vimos más porque yo no pegaba con ella. Hoy, que la he redescubierto, encuentro muchísimos puntos de coincidencia entre las dos.

Luego de unos años en los que los tres éramos felices, mi mamá y mi papá tuvieron la ocurrencia de salir embarazados tres veces más, y así fue como en un abrir y cerrar de ojos, haciendo trío de escalera, nacieron Ana María, Adriana Carolina y Melanie de Lourdes, quien odió toda la vida que la llamaran así. Obviamente se llenó el cuarto de agua, a mi papá le estaba yendo muy bien en la Papelera Industrial, y entonces hicimos maletas para mudarnos al Country Club, a la quinta Annina, en honor a una yegua que le corría en el hipódromo… Con cinco mujeres en la casa ha podido llamarse Adriana que es la “quinta” hija, eso hubiera tenido más sentido, totalmente absurdo ponerle el nombre de un animal. Por lo menos eso fue lo que hizo Pablo Moser cuando le puso a su casa el nombre de Marta, su quinta hija.

Mientras más masa, más mazamorra. Seis hijos es un gentío horroroso. Creo que eso colmó el vaso para la capacidad de comprensión, amor y entendimiento de mi mamá. Además de lidiar con un esposo beodo, parrandero y jugador, ahora también seis hijos, cada uno con su pan debajo del brazo. Unos mejores y otras no tanto. Mi papá era como una especie de doctor Jekyll and mister Hyde. Podía pasearse desde el ser más alegre, bonchón, chistoso y cariñoso a un ogro enfurecido capaz de golpear la mesa, la humanidad de otros y hasta el alma.

Ahora que lo pienso entiendo muchas cosas, entre mi primer ano y el quinto, nacieron 3 criaturas, como mi mamá iba a ocuparse de mí si cuando yo tenía 6 o 7 anos, tenía 3 hermanas mas chiquitas que yo?

Las piñatas

Recuerdo con precisión tres piñatas en toda mi vida. De verdad solo recuerdo tres. Ninguna mía. La primera y la más memorable fue la de Anabella Rotundo. Fue un día bellísimo en su casa de La Castellana, yo no era amiga suya, pero nuestras mamás si lo eran y por eso me invitaron. Anabella murió en el terremoto de Caracas de 1967, en Charaima. La recuerdo muy bien. Era rubia y de ojos azules, se parecía a Alicia, la del País de las Maravillas. Ese día había mucha gente pero lo que más recuerdo de esa fiesta de cumpleaños, fue la piñata justamente, era un indio grandísimo y gordísimo. Eramos muchas niñas más las niñeras que las acompañaban, ellas eran un peligro porque se colocaban mejor por ser más altas que nosotras y extendían los delantales de sus uniformes para poder capturar juguetes cuando se rompía finalmente la piñata después de tanto palo. Yo estaba sola pero ahí me quede en la rueda dándole palo y esperando el momento. Recuerdo que cuando el indio abrió su barriga, cayó algo así como una cascada de esas del río Caroní. Eran miles de juguetes y caramelos y de todo que me tumbaron al piso. Era como un camión de tierra que vacían en una construcción. Fue divertido y nunca, nunca recuerdo otra piñata más grande y llena que la de Anabella Rotundo.

La segunda fue en casa de Malú Vogeler. Tampoco era amiga mía pero Anabella su hermana y mi hermana Carmen eran amigas así que supongo que por eso me invitaron. El recuerdo de esa piñata, en el Country Club, es la película que nos pasaron al aire libre como a las 7 de la noche: El pequeño Samurai, en dibujos animados. Supongo que era una novedad, yo me quedé pasmada con la película y me enamoré y todo del samurai. Fue buenísimo, además duro mucho porque nos fuimos después de la película como a las 9 de la noche!

La tercera que me acuerdo fue la de Melanie mi hermana, de disfraces, en nuestra casa del Country Club. Fue un piñatón de disfraces y el tema era la muñeca de trapo de Raggedy Ann. El disfraz de ella fue espectacular. Y el maquillaje ni hablar. Fue una fiesta a todo dar, no faltó nada.

Entrando a la adolescencia

En primer año, en 1970, ya de trece a catorce, me porté muy mal. Quizás era para llamar la atención. Era tremenda, no muy buena estudiante y ya aparecían los novios y grupos de amigos. Eduardo Mallen, los Banana Split, Playa Azul, el Country Club, las fiestas y las vacaciones eran lo máximo. Pero todo tiene un fin y me botaron del colegio porque además raspé Matemática. El castigo fue todas las vacaciones de verano encerrada… en Playa Azul. La lección la aprendí: más nunca en mi vida me rasparon en ningún trabajo, ni siquiera en un examen de sangre… Me botaron del colegio y así dejé atrás los retiros, las misas y el uniforme azul, con mis amigas Lolita  Mármol, Laura Ruan, Adriana Mayorca, Carolina Maggi y muchas más a quienes más nunca vi hasta mis cuarentas.


Tengo que mencionar a mis amigos de Las Palmas: Juanito Tezak, Cabeto Machado, Carlos Paredes, Gonzalo Sader, Luis Bruzual, Alirio Gómez, Las Capriles…Algunos aparecieron mil años después por esa maravilla tecnológica que se llama Facebook. Hasta mi cuñada Petunia!

No hay comentarios: