lunes, 27 de enero de 2014

1997 Reencuentro con El Penon

Los años pasan y no en vano. Solamente cuando Andrés Elías cumple 5 años y entra en el colegio San Ignacio. Capítulo aparte. Conseguir que entrara me costó mucho trabajo pero sucedió. Me encontré entonces en esos andares por Villa Piscina y Villa Loyola a Doris Szilard. Mi gran amiga. Doris me conquista con al idea de hacer una fiesta de reencuentro con los compañeros de El Peñón. Mi gente que no veo desde hace más de 20 años pero la verdad me parece una genialidad. Desde hacía ya un tiempo estaba sola, nutriéndome fundamentalmente de mis hijos y de mis amigas. Sin pareja y sin nadie que me hubiese tocado la torre desde hace mucho tiempo.

Comienzan los preparativos y la verdad fue un tiempo de mucha emoción y felicidad hasta ese día en la casa de Paul Soucy donde nos reunimos casi todos. Allí estuve observando a Adolfo muy triste, de capa caída luego supe que se estaba divorciando.
Adolfo y yo comenzamos a salir y me enamoré una vez más, o así lo creí, para luego volver a terminar con el corazón roto y lleno de una tristeza profunda. Creo que desde mi rompimiento con Perucho nunca había llorado tanto! Con la diferencia que cuando estaba con Perucho tenía 15 años y con Adolfo ya tenía 47. Absurdo, horrible, sobre todo porque mis amigos peñoneros cargaron con todo el peso de la amargura y tristeza…

No tengo palabras para expresar lo que me revolvió la relación con Adolfo. Una vez mas haber perdido mi tiempo intentando quedarme con el amor, y lo que conseguí fue casi un infarto. Como me decía María Margarita, quizás estaba enamorada del amor, del ideal de tener una pareja al fin, y no de Adolfo como persona. Al principio fue muy difícil, mas nunca quise ni hablarle, le devolví todos los regalos que me dio, le corte la comunicación por completo, estaba devastada, no quería saber de él.  Comencé terapia con una psicóloga que resolvió tratarlo a él también y decidí no ir más. Paul me recomendó a Marilo. Mi gran y querida Marilo que me ayudó muchísimo y me quiso de verdad. Marilo se fue, decidió irse un mal día, la hora menguada, no resistió saberse culpable de la muerte de un ser humano. Que Dios la tenga consigo en el mejor lugar.

Después de este sufrimiento tan grande comenzó otra etapa oscura de mi vida, la que espero sea la última, la que nunca debió ocurrir y de la cual me arrepiento y siempre lo tendré marcado en mi corazón.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Y me llego mi Pixo en 1993!

Lo más lindo me sucedió otra vez!: Nació mi segundo hijo Gustavo. Mi sol, mi día, mi polémica, mi argumento, mi vibración. Cuando Gustavo nació, parecía un melocotón, un durazno, blanquito, rosado, y rubio para sorpresa de algunos quienes pensaban que nacería otro negrito como Andrew. El 15 de septiembre Francisco Alliegro hizo la cesárea para sacarlo y todo fue muy rápido y sin inconvenientes. Nació a las 11.40 am aproximadamente. Concebido en enero en Miami, Gustavo llegó a darme otra vez la alegría de ampliar mi familia y sobre todo darle a Andrés un hermano para la vida. En la Clínica El Avila estuvieron la familia y los amigos, sobre todo los de Gustavo papá relacionados con el buceo. Recuerdo que en la noche de ese 15 de septiembre no podía dormir y pasé la noche cantando en mi cabeza la canción de las tortugas Ninja… nunca lo olvidaré. Andrés estaba estrenando su uniforme del colegio San Ignacio, en kínder y un día me llamaron a preguntarme si pasaba algo en casa porque Andrés se comportaba rebelde, fastidioso en clase. Al ir a buscarlo, en el carro, le pregunté y le dije “mi amor, tienes que portarte bien porque ya sabes lo que costó conseguirte el puesto en este colegio”. Me respondió: “vamos a hacer una cosa mamá, yo me muero y cuando Gustavo tenga 5 años lo metes en el colegio y ya”. Me quedé petrificada. Fue la máxima manifestación de celos que tuvo porque de ahí en adelante, Andrés Elías y Gustavo se convirtieron en los mejores amigos, son ultra unidos, se adoran, el nexo que crearon entre ellos ha sido muy fuerte, como yo lo deseé siempre porque el temor que me asaltaba al pensar que si a mi me sucedía algo, ellos serían separados por tener padres diferentes, era terrible y solo si ellos se adoraban podrían pelear para que nunca los separaran. Gracias a Dios eso nunca sucedió. Hoy son mayores de edad los dos. Ese amor y nexo sigue intacto a pesar de que Andrés no vive con nosotros, ya se casó y ya ejerce su carrera de medico en otro país.

 La comodidad económica que había heredado por la muerte de mi papá me permitió descansar después del parto y no tener que ir a trabajar al mes como fue con Andrés. Contraté a una enfermera maravillosa, Trina, que fue mi amiga, mi confidente. Su hija es mi ahijada de confirmación. Con ellas viajamos a Bonaire una Navidad y muchas veces a Morrocoy.
 Gustavo es mi contra figura, mi antagonía, me tiene en la realidad, me precisa, el espíritu crítico, personalidad, debate, fuerza. Pero me acompaña, me cuida, me da mucho amor y tenerlo cerca me tranquiliza y me calma.
 Tuvimos una confrontación fuerte y lo alejé de mi. Fue mi torpeza, mi falta de sensatez, más allá del error que pudo haber cometido. Pienso que la situación que vivo actualmente (2011) me ha hecho perder la cordura, pero me enseñó y aprendí una de las lecciones más importantes de la vida. Lo que es de verdad el amor incondicional.



 Ese conflicto nos enseno a querernos mas y a ser incondicionales de verdad. Gustavo, mi Pixo, es mi fuerza, mi gimnasio mental, mi pana, mi amigo y mi sostén. Mi oasis, mi fuerza, mi contraparte. Lo adoro, mi sol.

Gustavo papa

Ya divorciada de Armando, comencé una dieta full fuerte para adelgazarme y sentirme bien. Convencida estaba que más nunca volvería a casarme. Una vez que perdí bastantes kilos cometí la locura de hacerme una liposucción. Realmente me puse espectacular. Seguía en RCTV trabajando pero bastante inestable. Después de salir de EL CLUB DISNEY, salieron también los gerentes que me supervisaron: Gustavo y Alejandro García. Quedé a la merced de Hugo Carregal quien fungía, con mucho poder, de Gerente de musicales. No me quería mucho ni yo a él. En fin, Alejandro Parisca, excompañero de postgrado en Loyola Marymount University, era entonces VP de Producción y me propueso ir a Acapulco como asistente para la grabación del primer Festival de Acapulco. Viajamos Hugo, Carmen Victoria Pérez (la flaca) y algunos asistentes. El viaje fue maravilloso, yo quise hacer más de lo que me pidieron: entrevisté a Stefanía de Mónaco y escribí esa entrevista en exclusiva para El Diario de Caracas, impreso del grupo 1BC. A Hugo no le gustó. Al regreso del viaje donde conocí a Vicky Carr, Locomía, Emmanuel, etc. quedé nuevamente jugando banca. Finalmente me llamaron y me dijeron que estaba fuera. Fue bien triste. Me afectó mucho pero ya no había más nada qué hacer.
Andrés tenía tres añitos así que comencé a buscar trabajo en otra cosa que ya más nunca sería mi adorada televisión, mi pasión.

Y así las cosas, a través de un amigo de mi cuñado y padrino de Andrés, Alfredo Arnal, conocí a Gustavo Badillo. Un jefe de taller de una tienda de buceo quien se enamoró de mi desde el primer día y terminamos teniendo una relación y posteriormente, casándonos.

Mi papá se enfermó bastante en esos años y finalmente, siendo muy joven aún, a los 65 años, falleció. Tenía un tumor en el hígado. Fue durísimo. Mi papá, quien ya nosotras grandes e independientes (al menos yo) había establecido una relación de amigos y nuestros encuentros eran bastante frecuentes y grupales, se había ido definitivamente.

Un 11 de febrero de 1992, el mismo día del cumpleaños de Melanie, no aguantó la operación.

Seis meses después estaba casándome con Gustavo. En una jefatura. No hubo fiesta, no hubo regalos. Hubo sí una luna de miel en la Isla Santa Lucía. A Gustavo le botaron la ropa afuera de su casa cuando la familia se enteró que se casaba. Terribles momentos y muchos conflictos rodearon esa boda. Gustavo es un hombre bueno, pero igualmente, repetí el patrón, un tipo sin mayores ambiciones al cual dejé que me escogiera en vez de hacerlo yo.
 
Todavía conservo ese pañuelo
Algo pasó en los patrones de mi casa al no saber por segunda vez lo que quería para mí como pareja. Gustavo es un tipazo, bueno, cariñoso, pero no tiene carrera, criado en el seno de una familia medio extraña, ermitaño, resignado, conforme. Yo soy ambiciosa, estudiosa, con postgrado, super trabajadora. ¿Por qué me fijé en él? Creo que ese fantasma de quedarme sola, de no tener sino un hijo, qué sé yo…. Volví a equivocarme, y no sería la última vez. Mi papá se muere en febrero y me caso en julio. En esos meses tuve una depresión horrible. Me hundí en una tristeza profunda y devastadora. Gustavo no sabía qué hacer. Finalmente fui al psiquiatra quien me hizo descubrir que la muerte de mi papá me había afectado mucho porque solo quedaba mi mamá, con quien nunca había tenido una buena relación. Mi papá era mi nexo con quien podía conversar de las injusticias que mi mamá cometía a favor de Melanie, a quien ayudaba sin justificación despreciando mi afecto solamente porque me parecía a mi papá. Mi mamá siempre indiferente y distante, mi papá afectuoso, cariñoso y echador de broma. Se había ido. De repente. Estaba acostumbrada a verlo enfermo pero nunca se me ocurrió que moriría.

Mi salida de RCTV, después de 4 años de trabajo, me dolió. Era mi última esperanza de trabajar en televisión. Ese año antes de conocer a Gustavo, salí con Alvaro Delgado, un viudo que no había superado la muerte de su esposa. Fue corto. Todavía lo veo por ahí a veces. Ana María mi hermana se fue escondida a USA detrás de la secta de Lyndon Larouche, dejando a mi mamá super dolida. Otro error. La verdad es que mi mamá ha sufrido mucho, creo que nunca ha hecho nada con mala intención, menos los comentarios amargos que emite de vez en cuando. Creo más bien que su propia crianza, sus frustraciones, su amargo dolor por el abandono de mi papá, la tristeza de haber perdido un hijo, las pocas herramientas personales, psicológicas y profesionales que (no) tuvo, hicieron de ella una madre responsable, de su casa, pero hasta ahí. Nada cariñosa, nada preparada y con poca autoestima, nos hizo a su semejanza, nuestra autoestima es muy baja y muy pobre. No haber visto esto con tiempo, nos dio a todas muchos fracasos, divorcios y relaciones pobres, malas, inapropiadas. Sólo creo que hemos sido buenas madres. Al menos eso he tratado con todas las fuerzas de mi alma porque eso también nos los dio: querer ser mamá.


martes, 29 de octubre de 2013

Perder el autobus

Cuando mi hijo Elías estaba en primer grado, se iba al colegio en el autobús. Esto porque yo trabajaba todo el día y no podía buscarlo.
El caso es que en una oportunidad, Elías –junto a todos sus compañeros de salón- fueron castigados por la maestra por haberse portado mal durante la última hora de clases. Como madre estoy de acuerdo en darles lecciones a los niños para que se disciplinen y aprendan las normas.
El caso es que la maestra consideró que el mejor castigo era, retenerlos, sin salir del aula, justo a la hora de la salida de clases.
Sí. Tal como están pensando lo que sucedió fue que Andrés Elías perdió el autobús.
Alertada por mi familia de que eran ya las 2:30 pm y Andrés Elías no estaba en casa, salí corriendo despavorida al colegio y allá me encontré que no había un alma en el salón y una señora cansada y lenta barría las escaleras solitarias.
Me fui corriendo a casa a esperar alguna noticia. Pensé que teniendo apenas 8 años, el niño podía haberse ido con un amigo, de los castigados también, y que me llamaría por teléfono al llegar a su casa. No había celular en ese entonces.
Salí a la puerta, ya con un grado de nervios supremo que me tenía muy mal y al fin veo al doblar la esquina al enano mío que caminaba cansado con su morral a la espalda.
En lo que llegó le pregunte qué había pasado y me narró el cuento del castigo.
-Y ¿cómo es que te dejaron salir solo del colegio?
-Nadie me vio ni me dijo nada.
Andrés Elías me contó que lo habían acompañado unos chamos más grandes en parte del trayecto, sin embargo, que en otra, caminando solo, sintió miedo porque pasó un carro varias veces muy lentamente cerca de él.
Al principio pensé en castigarlo yo de nuevo por haberse salido del colegio. Pero después lo pensé y le dije:
“Te felicito por haber encontrado la forma de solucionar el problema que se presentó. Es decir, encontrar la manera de llegar a casa por haber perdido el autobús. Pero lo que no puede ser es que te vengas caminando a casa solo!!!!! Es peligroso y esa maestra debió pensar en eso antes de dejarlos a todos dentro del salón”.
Al día siguiente puse la queja formal.
Lección aprendida: 1. Mi hijo supo resolver su problema y tomo una decisión… (Sólo que a lo mejor hubiese terminado mal). 2. Las maestras deben pensar en los padres cuando castigan a sus alumnos porque puede pasar que los castigados seamos los padres, ¿no creen?

lunes, 28 de octubre de 2013

El castigo de mi abuelita

Mi mamá estaba de viaje y nos había dejado al cuidado de mi papá, quien era muy bravo y no estaba acostumbrado a lidiar con eso de premiarnos o castigarnos. Yo me portaba bien tremenda en el colegio y ya ella se había acostumbrado a ir a hablar con las maestras y “apagar los incendios” que yo creaba con mi comportamiento. Ella me administraba los castigos y las “multas” cuando la ocasión lo ameritaba. Mi papá no sabía de eso! Se ponía muy nervioso y no dominaba su molestia cuando lo llamaban, como sucedió en esa ocasión.
La maestra se reunió con él y le explicó que yo estaba poniendo tachuelas en la silla del profesor. Le decía que eso no podía ser y que yo estaba sentando un mal precedente ante mis demás compañeras de clase.
Al salir del regaño y reprimenda, nos fuimos los dos en su carro. Mientras conducía, me sermoneaba severamente. Estaba realmente muy bravo y a la vez desesperado porque no sabía qué hacer con aquella carga que las maestras le habían puesto sobre sus hombros.
Transcurridos unos minutos del recorrido hacia la casa, mi papa decidió desviarse a casa de su mama, mi abuelita. Cuando entramos a la casa, ella estaba sentada en su mecedora, viendo televisión, y de inmediato después de saludarnos, mi papa procedió a contarle lo sucedido. “Yo realmente no se qué hacer, le repetía, porque su mama no está en Caracas y ella es la que se ocupade esto. Así que yo la voy a dejar aquí para que tu hables con ella y después la mandas para la casa”. Y se fue.
Apenas cerró la puerta mi padre, mi abuela me sentó en un banquito que usaba para poner los pies, frente a ella en su mecedora. Me pregunto: “Mi amor, qué fue lo que pasó? Cuéntame tu”. Yo, sentadita con mis manitas dobladas en mi regazo, en uniforme, pichurra de 10 anos, le conté que no había hecho eso de las tachuelas. “Yo solamente las tomé de una compañera para hacerlo pero no nos había dado tiempo…”
Ella me miró fijamente. Yo bajé la mirada por respeto y temor de lo que veía venir. Esperé tranquila a que ella hablara. La señora que trabajaba allá me llevo un refresco hasta mi banquito y después que se retiro, mi abuelita empezó a hablarme. “Mira hija. Yo te voy a contar algunas cosas pero no se lo puedes decir a tu papá”. Yo me quedé un poco extrañada porque no sabía lo que estaba a punto de decir, pero no parecía el regaño fuerte y largo que me estaba esperando.
“Cuando yo estaba en el colegio, más o menos de tu edad, yo hice una tira larga de papel y se lo pegue con teipe a la monja que nos daba clases de religión y no se dio cuenta hasta que todas las alumnas nos empezamos a reír y claro, ella se dio cuenta, y también me reganaron y llamaron a mi mamá!”
Por supuesto, las dos nos echamos a reír juntas. Me levante del banquito y me subí a sus piernas para que me abrazara y besara.“Ya sabes que te regañé. Cuando venga tu papa, le dices que te regané, entendido?”
Nunca olvidaré ese día con mi abuelita.

Un viaje a Nueva York



@marielmendozae
Nos fuimos mi hermana y yo a Nueva York para acompañar a si hija a su graduación del colegio. Yo tenía tiempo que no iba a la ciudad del norte y estaba muy emocionada, además de saber que ya la gran manzana era una ciudad segura, que no duerme de noche, que hay diversiones a granel, etc.
Mi hermana,  quien es una mujer muy de mundo y viaja al menos cuatro veces al año, me llevaba por la calle del medio diciéndome exactamente que íbamos a hacer, desde el momento en que pisáramos tierra, porque ella se conoce la ciudad da cabo a rabo y con los ojos cerrados.
Por supuesto, con una guía turística de ese calibre, a uno no le queda más que estar de acuerdo y esperar las instrucciones de vuelo, es decir, que me “mandoneara”. Total, yo iba de paseo, sin estrés.
El vuelo estuvo lleno de encuentros agradables, comenzando por el piloto, a quien conocía por mis prácticas de buceo en la costa de de mi país. Iván fue muy atento y nos obsequió una botella de champaña en el aire.
Así empezaba nuestro perfecto escape a la tierra de Liza Minelli, Frank Sinatra, Al Capone y El Padrino.
Nada podía comenzar con más perfección. Nos esperaba un clima delicioso. Era marzo, apenas el comienzo de la primavera, aunque hacia bastante frió todavía. Ella llevaba una piel a lo Rita Hayworth, (era de los años 40, una chiva de mi mama, por supuesto para ella, las más exquisita de todas sus hijas).
Mi esposo me dio una gabardina a lo Dick Tracy, de Benetton, muy bella, que simplemente doble y metí en mi maleta sin probármela ni nada. Al aterrizar, ella me dijo:
- Al bajarnos hay una fila que se hace para esperar el taxi. Allí nos paramos y esperamos el turno
porque nos sale más barato así.
- OK. Le dije yo. Como tu digas, que eres la que sabes cómo es la cosa.
Ella es mayor que yo y de carácter determinado, decidido y todo lo sabe. Por lo que yo, que también tengo lo mío, decidí obedecer a todo sin chistar. Esperamos nuestras maletas, nos despedimos de Iván muy alegres por la champaña y procedimos a hacer nuestra cola para el taxi.
Estando allí conversando, se nos acercaron dos hombres que parecían haberse salido de la serie de televisión, Los Soprano. Robustos, fornidos, con cara de italianos de película, chaquetas de cuero y para nada encantadores.
- Quisieran irse en un carro particular hasta Manhattan? Nos dicen.
Yo miro a mi hermana, esperando de ella una respuesta porque su decisión de hacer la fila y esperar que
le dijera “no gracias, nosotros esperaremos pacientemente y tomaremos un taxi, tal y como dije que iba a hacer y no voy a inventar irme con los Soprano a la cámara de torturas, porque no fue para eso que vinimos a Nueva York”. Pero no. No fue eso lo que respondió.
- Ah bueno perfecto, vamos hermana y nos vamos con estos señores tan amables que además tienen una limosina y así no esperamos más por un taxi”.
Me quedé petrificada pero ella me dio un empujón que me devolvió del cuarto oscuro mental donde estaba ya sufriendo por los latigazos, y agarré mi maleta y seguimos a los Soprano hasta el carro.
Una vez que los dos tipos se montaron adelante y nosotras atrás, cerraron los vidrios que separan los asientos y comenzaron a conversar, juraría que en italiano, (en que otro idioma?) y yo, de gafa, iba distraída mirando hacia afuera, el paisaje, los carros, el clima neoyorquino y pensando en lo maravillosos que lo íbamos a pasar, cuando de repente mi hermana me dio un codazo y me devolvió a la realidad.
Cual no es mi sorpresa cuando comienza a hacer mas señas que el penado 14 (dícese de un reo que hacia señas desde su celda, porque estaba solo o ya no lo veía nadie), queriendo decir que estos tipos nos iban a robar, matar, secuestrar y todo lo que termina en “ar”. Yo comienzo a sentir que mi cerebro despierta, se me pasa el efecto sabroso de la champaña y con ganas de matarla a ella, le hago lo mismo pero insistiendo en que todo fue su culpa porque ella misma tomo esa decisión de subirse con los Soprano a la limosina.
Empieza a quitarse las prendas y a esconderlas dentro de la ropa interior para que yo hiciera lo mismo y cuando pongo mi reloj en la gabardina elegantísima de Benetton, me doy cuenta que se desliza del bolsillo roto y se cae al piso del carro. Me agacho a recogerlo y advierto que la gabardina está totalmente llena de huecos por todo en lado inferior. Es decir, yo parecía una indigente elegantísima de Benetton.
Así tuvimos 45 minutos de terror mudo y sordo haciendo señas hasta de muerte súbita por corte de garganta mientras ellos iban encantados conversando en su asiento. Finalmente llegamos a nuestro destino, nos bajamos del carro, tomamos nuestras maletas, pagamos el doble de lo que hubiera costado un taxi amarillo normal y corriente, y dejamos a los Soprano irse encantados con sus chaquetas negras y su acento a lo Don Corleone.
Al subir al cuarto del hotel casi mato a mi hermana por su torpe idea. Decidí desde ese minuto que ese viaje no iba a ser dominado por completo por ella y sus maravillosas ocurrencias. Eso sí, el resto del viaje la pasamos caminando por las calles de Nueva York con la espalda pegada de la pared porque la paranoia de que algo podría pasarnos estuvo siempre presente.
Al regreso boté la gabardina en la basura del aeropuerto.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Un soplo en el corazón

Cuando estaba en quinto grado, tenia 11 anos, tuve unos episodios de mareos, malestar general, aparentemente, según mi amiga Dorin, entraba en una especie de trance como quien esta hipnotizado. Yo no sabia ni me daba cuenta de los que me pasaba.
Una vez recuerdo haber entrado a misa en la capilla del colegio (San Jose de Tarbes) y de repente encontrarme en un banco afuera, recobrando el conocimiento. En esa oportunidad, Dorin me dijo que me había sacado de la misa porque empece a decir incoherencias y en voz muy alta.

Una vez en Playa Azul, recuerdo haber estado sentada jugando en la arena y haber sentido una molestia en el traje de bano. Al ir para ver que me molestaba tanto, encontré como una lombriz y del susto la bote y volví a seguir jugando.

El caso fue que por los malestares y perdida de conciencia, el pediatra de la familia me examino, el Dr. pedro Alvarez pensó que podía tener un soplo en el corazón y me mando a hacer muchos exámenes: electrocardiograma, electroencefalograma, laboratorio, etc.

A final de cuentas, luego de varios meses, el resultado de los exámenes arrojo que lo que yo tenia no tenia nada que ver con el corazón. El diagnostico fue que estaba llena de lombrices y de inmediato tenia que tomar un remedio que se llamaba Perizidin.

Pase como dos semanas yendo al bano botando yo diría que cientos de lombrices, hasta que me cure.
Eran asi: vivas y color carne

Percepcion y realidad

Escrito por: Juan Sebastián Celis Maya - Autor Experto en Temas de Desarrollo Personal
Contamos con ciertas características similares que condicionan nuestra existencia y relación con los demás en este mundo.Como personas, nada de lo humano nos es ajeno.
Sin embargo, y a pesar de que somos seres sociales por naturaleza, y que indispensablemente necesitamos de los demás para subsistir, cada uno de nosotros tiene -por decirlo de alguna manera- un elemento individualista que yace en la mente.
Se trata de nuestra visión o percepción de la realidad. A pesar de que todos percibimos el mundo a través de los mismos sentidos, es nuestro cerebro quien interpreta estás visiones o percepciones de la realidad y las convierte en algo tangible para nosotros.
Nuestra visión de la realidad está condicionada por la manera como interpretamos lo que ocurre a nuestro al rededor, “nuestra realidad se forma en nuestra mente”.
Está científicamente demostrado, que todo lo que vemos, sentimos y escuchamos, no representa un total de lo que verdaderamente es el mundo real. Con esto me refiero a que existen sonidos que no podemos escuchar, colores que no podemos ver… etc.
Esto nos lleva sin duda, a pensar, que cada uno de nosotros entonces, tendrá su propiarepresentación (percepción) de la realidad en su mente, interpretando las situaciones de manera diferente, y prácticamente a nuestro modo.
Ésta es una de las causas principales de las discusiones y malentendidos en todo el mundo. Como todos nosotros percibimos de forma diferente nuestro entorno, lo que para algunos es bueno, para otros no tanto.
Nuestra percepción de la realidad, es lo que nos hace únicos con respecto a los demás. Es lo que nos diferencia. Es nuestra visión de la realidad lo que permite que no seamos un conjunto de robots creados en serie bajo reglas comportamentales simétricas y predefinidas.
Es humano, ver el mundo a nuestra manera. Y al ser personas, nada de esto nos es ajeno.
Es un error común entonces, pensar que todos deberíamos estar de acuerdo en determinado momento con ciertas ideas o formas de pensar. Es como esperar a que todos los planetas de muchos sistemas solares estén completamente alineados. A pesar de que es posible, quizás tome mucho tiempo, o resulte desgastante.

Porque percibimos la realidad a nuestro modo?

Cada quien tiene su propio rumbo, fruto de su pasado (su historia) y su presente.
Cada uno de nosotros percibe la realidad con base en la experiencia de toda su vida. Desde niños, cuando comenzamos a adquirir conocimientos, empezamos a forjar una visión propia de la realidad que vamos moldeando conforme crecemos y vivimos más experiencias.
Y al ser diferente la vida de cada uno de nosotros, lo es por consecuencia nuestra visión o percepción de la realidad.
Entonces podemos afirmar que sencillamente, es obligatorio deber comprender a los demás en vez de ir en contra de sus ideas.

Porque hay conflictos con nuestra percepción de la realidad?

Desde pequeños, cuando empezamos a aprender cosas, ya sea por cuenta propia, o por parte de nuestros mayores, grabamos en nuestra memoria las explicaciones o motivos bajo los cuales categorizamos cada uno de los sucesos que antes eran desconocidos.
Luego de saber las verdaderas razones por las cuales todo ocurre (o de creer conocerlas) fijamos en nuestra mente paradigmáticamente aquellos conceptos.
Sin importar si estos vienen dentro de un margen local, o regional, consideramos que esta es posiblemente la única verdad, y la razón más lógica.
Creamos una realidad propia, y la fijamos dentro de nuestra mente. En otras palabras, nuestra experiencia se convierte en nuestra propia realidad.
Nuestra visión (percepción) de la realidad
Nuestra visión (percepción) de la realidad

Como comprender la realidad de los demás?

El primer paso para llegar a comprender la realidad bajo la cual cada una de las personas que nos rodea se encuentra inmersa, es entender, que todos somos diferentes. Tratamos siempre de crear estereotipos, que nos permitan clasificar a las personas bajo ciertos roles, los categorizamos según lo que hacen y lo que dejan de hacer.
Tratamos siempre de tener patrones de comportamiento y enmarcar dentro de los mismos a dichas personas. Cuando lo ideal, debería ser, el tener en cuenta que por más que tratemos de asemejarnos los unos a los otros, en características tan obvias como el tono de voz, difícilmente encontraremos similitudes.
Es importante permanecer con la mente abierta, e intentar ponerse en el lugar de los demás. En ocasiones basta con echar un vistazo rápido a la manera como piensan los demás, realizando ciertas preguntas que contextualicen su percepción.
Comprendiendo la realidad de los demás, no solo contaremos con un más amplio conjunto de puntos de vista bajo los cuales poder tomar decisiones, sino que también, esto será apreciado y visto de buena manera por ellos.

Finalmente…

Es importante destacar que si bien, cada uno de nosotros se forma en su mente un concepto de lo bueno y lo malo, siempre y cuando no se sobrepasen los límites propios de los demás, es indispensable no irrumpir en los conceptos de otros. Diferentes culturas, religiones e incluso pueblos, conciben de manera diferente la vida.
Y por tanto, es de seres civilizados, el ir en pro de la aceptación diversidad de ideologías yrealidades.
Que tu propia percepción de la realidadno te ciegue de todo aquellos grandiosos elementos ideológicos que podrías adquirir de la realidad de otros.
Un saludo!
Hasta la próxima

viernes, 6 de septiembre de 2013

Una historia de amor

Ella tenía 16 años y el 18.

Fueron novios durante un año.

La guerra estalló en Rumania y el se fue de allá. Cruzó mares y recorrió miles de kilómetros hasta llegar a una isla pequeña del Mar Caribe.

Allí comenzó a trabajar y a pensar en ese amor que había dejado en su tierra natal.

La guerra fue muy cruel. 

Tanta gente murió y muchos perdieron todo o casi todo. 
Hasta partes de sus cuerpos.

Un día, diez años después de haber terminado el horror de esa gran guerra, ella supo que él  estaba en Trinidad y le escribió una carta para dejarle saber de ella y aspirando saber cómo estaba.

Para su muy agradable sorpresa recibió respuesta, una mejor de lo que esperaba. Su novio de la adolescencia le dice en su carta que la quiere con él otra vez y le pide que viaje hasta Trinidad.

Ella tomó el barco, la decisión y las ganas, las maletas y el amor, la valentía y el coraje, la vida y la aventura con la misma fuerza con que lo amó diez años atrás, y navegó días enteros hasta llegar a su destino. 
Se casaron. 
Fueron muy felices. 
Luego vinieron a Venezuela y aquí se multiplicaron.

Ella tiene 97 años.

Dos hijos y varios nietos. 

El ya no está, se fue en su viaje a la eternidad y ella sigue siendo bella, amorosa y una mujer feliz.


domingo, 1 de septiembre de 2013

La lápida de mi papá

Hace como 6 anos fui al cementerio con mi hijo Gustavo, quien quería llevarle flores a mi papá. La sorpresa que nos llevamos fue grande porque no pudimos encontrar el lugar donde estaba enterrado. La razón? Pues que aparentemente, alguien se robó la lápida!!
Así las cosas, entre una y otra cosa, el tiempo fue pasando y cuando intenté localizarlo nuevamente, ya no quedaba ni el rectángulo de cemento que sostiene la placa. 
Pues bien, finalmente este ano, decidí que era momento de hacer lo propio y hablé con mi amiga Alejandra Kaufman. Me pusieron a la orden al senor Zerpa y fue a través de él, que buscamos su registro en las computadoras, fuimos al lugar exacto para poder marcarlo y así fue que se logró recuperar la placa que ya está de nuevo colocada en su lugar.
Ya podemos ponerle flores otra vez.