lunes, 28 de octubre de 2013

El castigo de mi abuelita

Mi mamá estaba de viaje y nos había dejado al cuidado de mi papá, quien era muy bravo y no estaba acostumbrado a lidiar con eso de premiarnos o castigarnos. Yo me portaba bien tremenda en el colegio y ya ella se había acostumbrado a ir a hablar con las maestras y “apagar los incendios” que yo creaba con mi comportamiento. Ella me administraba los castigos y las “multas” cuando la ocasión lo ameritaba. Mi papá no sabía de eso! Se ponía muy nervioso y no dominaba su molestia cuando lo llamaban, como sucedió en esa ocasión.
La maestra se reunió con él y le explicó que yo estaba poniendo tachuelas en la silla del profesor. Le decía que eso no podía ser y que yo estaba sentando un mal precedente ante mis demás compañeras de clase.
Al salir del regaño y reprimenda, nos fuimos los dos en su carro. Mientras conducía, me sermoneaba severamente. Estaba realmente muy bravo y a la vez desesperado porque no sabía qué hacer con aquella carga que las maestras le habían puesto sobre sus hombros.
Transcurridos unos minutos del recorrido hacia la casa, mi papa decidió desviarse a casa de su mama, mi abuelita. Cuando entramos a la casa, ella estaba sentada en su mecedora, viendo televisión, y de inmediato después de saludarnos, mi papa procedió a contarle lo sucedido. “Yo realmente no se qué hacer, le repetía, porque su mama no está en Caracas y ella es la que se ocupade esto. Así que yo la voy a dejar aquí para que tu hables con ella y después la mandas para la casa”. Y se fue.
Apenas cerró la puerta mi padre, mi abuela me sentó en un banquito que usaba para poner los pies, frente a ella en su mecedora. Me pregunto: “Mi amor, qué fue lo que pasó? Cuéntame tu”. Yo, sentadita con mis manitas dobladas en mi regazo, en uniforme, pichurra de 10 anos, le conté que no había hecho eso de las tachuelas. “Yo solamente las tomé de una compañera para hacerlo pero no nos había dado tiempo…”
Ella me miró fijamente. Yo bajé la mirada por respeto y temor de lo que veía venir. Esperé tranquila a que ella hablara. La señora que trabajaba allá me llevo un refresco hasta mi banquito y después que se retiro, mi abuelita empezó a hablarme. “Mira hija. Yo te voy a contar algunas cosas pero no se lo puedes decir a tu papá”. Yo me quedé un poco extrañada porque no sabía lo que estaba a punto de decir, pero no parecía el regaño fuerte y largo que me estaba esperando.
“Cuando yo estaba en el colegio, más o menos de tu edad, yo hice una tira larga de papel y se lo pegue con teipe a la monja que nos daba clases de religión y no se dio cuenta hasta que todas las alumnas nos empezamos a reír y claro, ella se dio cuenta, y también me reganaron y llamaron a mi mamá!”
Por supuesto, las dos nos echamos a reír juntas. Me levante del banquito y me subí a sus piernas para que me abrazara y besara.“Ya sabes que te regañé. Cuando venga tu papa, le dices que te regané, entendido?”
Nunca olvidaré ese día con mi abuelita.

No hay comentarios: