Desde el punto de vista feminista, la violencia
masculina se percibe como un mecanismo de control social que mantiene la
subordinación de las mujeres respecto de los hombres. La violencia contra las
mujeres se deriva de un sistema social cuyos valores y representaciones asignan
a la mujer el estatus de sujeto dominado.
Maryse Jaspard.
Teresa llego a su casa después de ir a
la guardería y buscar a su hijo, llego y se reunió con otros compañeros de la
universidad para estudiar Bioquímica, el examen era al día siguiente. A las 11
de la noche su esposo regreso del “colmado” donde estaba bebiendo con sus
amigos, al entrar no le gusto verla tan acompañada y, sin mediar palabra,
delante de su hijo y amigos, le golpeó hasta hacerla llorar.
M i hijo regreso a casa pálido,
asombrado y muy perturbado. Me contó que se había quedado como congelado ante
aquel espectaculo. “Quería entrarle a golpes mama” me dijo. “Pero mis amigos no
me permitieron hacerlo”.
Tuve una larga conversación con mi
hijo, en primer lugar para tranquilizarlo. Se sentía impotente por lo que vio,
por no poder hacer nada y por haber tenido esa experiencia.
La violencia domestica no es solamente
un mal que padecen las dominicanas. La existencia de este tipo de crimen indica
un retraso cultural en cuanto a la presencia de los valores como la
consideración, tolerancia, empatía y el respeto por las demás personas,
independientemente de su sexo. El maltrato doméstico incluye a las agresiones
físicas, psicológicas o sexuales llevadas a cabo en el hogar por parte de un
familiar que hacen vulnerable la libertad de otra persona y que causan daño
físico o psicológico.
No fue hasta 1960, cuando se reconoció que la violencia y el
maltrato en el ámbito familiar eran un problema social. Anteriormente, la violencia
contra la mujer se consideraba como algo anormal y se le atribuía a personas
con trastornos psicopatológicos o problemas mentales.
El psicoanálisis explica que todo ser humano existen desde la
infancia tendencias y impulsos agresivos que deben ser liberados. Esto sostiene
que la agresividad y violencia no son exclusivas de personas jóvenes o adultas,
clase social alta o baja, familia con cultura determinada y educación. Enseñan
que la violencia doméstica muestra dificultad para trasmitir la agresividad de
una forma civilizada. Los psicoanalíticos han mostrado que en la infancia las
personas experimentan placer cuando liberan su agresividad, pero con el curso
del desarrollo la educación recibida en casa y el colegio hace que agresión se
impide la satisfacción de agresividad por medio del castigo.
El síndrome de la abuela esclava es
otra forma de maltrato frecuente en el siglo XXI, descrito sobre todo en países
hispanoamericanos, que afecta a mujeres adultas con gran carga familiar,
voluntariamente aceptada durante muchos años, pero que al avanzar la edad se
torna excesiva. Si la mujer no expresa claramente su agotamiento (o lo oculta),
y sus hijos no lo aprecian y le ponen remedio, la sobrecarga inadecuada provoca
o agrava diversas enfermedades comunes: hipertensión arterial, diabetes,
cefaleas, depresión, ansiedad y artritis. Estas manifestaciones no curan
adecuadamente si no se reduce apropiadamente la sobrecarga excesiva.
Ocasionalmente puede provocar suicidios, activos o pasivos
Recientemente, y regularmente, decenas
de mujeres vestidas de novia marchan para repudiar la violencia doméstica en
Santo Domingo, República Dominicana, y otros países del mundo. En la isla del
Caribe se estima que se han registrado al menos 150 casos de feminicidios
durante 2012.
Tomamos este extracto de Reinaldo
Hidalgo Lopez, de El Universal:
Muchos han sido los rostros de la
violencia doméstica tratados por científicos, políticos, legisladores y
activistas, pero ninguno ha sido tan fructífero, especialmente en el campo de
las políticas públicas, como la violencia contra la mujer. La denuncia de la
mujer maltratada hizo posible la entrada del Estado al seno del hogar de una
manera más sensible y profunda, para comenzar a tocar las bases que cimentaban
la supervivencia de un modelo de relaciones agónico. Esta entrada permitió
poner al descubierto graves problemas de abuso infantil y de maltrato a los
ancianos, entre otros. Sin embargo, sigue siendo la violencia contra la mujer
la protagonista del más severo enfoque del problema.
En Venezuela, la promulgación de la
Ley Sobre la Violencia Contra la Mujer y la Familia en 1998 representó el
primer paso firme en esa dirección. Fueron muchas las críticas que se hicieron
a esta norma, como la ausencia de un esquema sancionatorio lo suficientemente
severo. Las restricciones impuestas a la intervención del Estado fueron
calificadas como debilidades de una ley que seguía dejando en el más absoluto
desamparo a las víctimas.
En 2007 entró en vigencia una norma
que adopta la tendencia reciente en materia de atención al maltrato a la mujer:
separarlo de la violencia familiar para abordar el problema desde una
perspectiva de género. La norma se concentra en la tipificación y sanción de
conductas que constituyen maltrato a la mujer en diferentes ámbitos de la vida.
El problema es que dejó en el más crudo desamparo al resto de los miembros del
grupo familiar, quienes aún hoy esperan por un marco legal que proteja y tutele
sus intereses frente al abuso y el maltrato de quienes viven con ellos bajo el
mismo techo: hijos, abuelos y, en ocasiones, los propios maridos.
La Ley Sobre el Derecho de la Mujer a
una Vida Libre de Violencia del 2007 constituyó un salto cualitativo de gran
importancia en las políticas de atención a la mujer. Sin embargo, el desamparo
en el que quedaron los otros miembros del hogar nos coloca en la cola de los
países más endeudados en la materia. Urge llenar este vacío con una
legislación, no necesariamente punitiva, sino garantista, protectora y
conciliadora de las relaciones familiares, que fomente el respeto y el
desarrollo personal dentro de ese espacio que, sin duda, sigue siendo
privilegiado para el crecimiento del ser humano: el hogar.
María Elena Mendoza E.